lunes, 27 de agosto de 2018

PENSAMIENTO DE PCHAN DE LA SEMANA

TODOS ESTAMOS CONECTADOS EN EL GRAN CICLO DE LA VIDA.



SHAMISEN INSTRUMENTO MUSICAL TRADICIONAL JAPONES



Hoy comentaremos  del shamisen (三味線) un instrumento tradicional japonés de sonido muy característico y muy popular entre las geishas. El shamisen, a veces también llamado sangen (三絃), es un instrumento de tres cuerdas originario de China (donde recibía el nombre de san-hsien) y que entró a Japón por las islas Ryukyu y evolucionó del típico sanshin de la zona.

El shamisen es similar a una guitarra o un banjo en su estructura, pero se toca con un plectro llamado bachi y tiene un sonido extremadamente característico. El cuello del shamisen es más delgado que el de una guitarra y el cuerpo se parece más a un tamborcillo. La piel que recubre el cuerpo del shamisen suele ser de perro o de gato, aunque actualmente también se utilizan materiales plásticos, que son mucho más duraderos aunque afectan a la calidad del sonido.

Es por ello que los shamisen de ensayo suelen ser de materiales plásticos y los shamisen profesionales ya utilizan piel de perro o de gato. De igual forma, las tres cuerdas originalmente eran de seda, aunque actualmente se utiliza comúnmente el plástico.

Existen varios tipos de shamisen en función de la música que queramos tocar. Destacamos de mayor a menor tamaño:

Futozao para tocar al estilo tsugaru, de ahí que popularmente reciba el nombre de tsugaru shamisen. Es el más largo y más grueso, ideal para tocar música vibrante y con mucho volumen. Es el que utilizan los famosos hermanos Yoshida, por ejemplo.
Chuuzao para tocar canciones jiuta. Es el de cuello intermedio, utilizado para las jiuta, un tipo de música tradicional muy antigua.
Hosozao para tocar nagauta, de ahí que popularmente reciba el nombre de nagauta shamisen. Es el más pequeño y de cuello más delgado, comúnmente utilizado en las representaciones de kabuki y en los banquetes de maikos y geishas. Y es que el shamisen es uno de los instrumentos que las maikos estudian durante su aprendizaje para convertirse en geishas y que en muchas ocasiones acompañará las veladas en las que maikos y geishas trabajan.


Analisis death note

lunes, 20 de agosto de 2018

PENSAMIENTO DE PCHAN PARA LA SEMANA

Felicidad es aceptar la vida como es.



SUIKAWARI: EL JUEGO DE PARTIR SANDIAS



Muchos habrán oído hablar de los precios estratosféricos de la fruta en Japón. Las frutas más comunes como las manzanas y los melocotones pueden costar un promedio 200 a 300 yenes por unidad (entre 1,4 y 2,2 €), mientras que las frutas más grandes como las sandías parten desde los 1000 yenes (7,4 €) y no parecen tener un límite. De acuerdo con un artículo publicado en un periodico, una sandía negra un tanto rara llegó a venderse por unos 5600 € .



Una de las frutas más caras del mundo es la sandia negra de Japón o Densuke, se cultiva en la región de Toma-cho en Hokkaido, lo que diferencia a esta sandia de otras es el color negro de su cascara.


La sandía negra no necesita de ningún cuidado especial pero esta variedad es famosa por su sabor refrescante y por el intenso del rojo de su pulpa, hay japoneses que afirman que estas características hacen de la sandía negra más deliciosa que la sandía común de cascara verde.

Es una costumbre japonesa regalar sandías negras como muestra de respeto y poder adquisitivo.

Las sandias se estiman que se cultivan aproximadamente 10 mil sandias al año y su precio puede llegar a los $200 dolares, sin embargo las primeras sandias cosechadas de la temporada son las más caras ya que son las que subastan y pueden llegar a alcanzar precios de entre los $3,000 a $5,000 dolares.
                                    

Suikawari

A sabiendas de lo caras que pueden resultar las sandías, Japón tiene una interesante costumbre a la hora de partirlas. Se trata del suikawari, una actividad muy popular durante el verano y, a menudo, en la playa. El juego consiste en que una persona con los ojos vendados, y tras dar tres vueltas completas, intente romper la sandía. La persona que consiga partirla primero gana.


Reglas del suikawari


Suikawari

El juego es muy popular, ya que una vez que se abra la sandía, todo el mundo tendrá su trozo, por lo tanto, todos contentos dado que no hay “perdedores”.

La Cooperativa Agrícola de Japón (JA) estableció la Nihon Suikawari Kyokai,  (JSWA, 日本 す い か 割 り 協会 版), algo así como Asociación Japonesa de Partir Sandías, en 1991 para promover el consumo de sandías. Han puesto algunas reglas, para hacer el juego más divertido.

El palo: La longitud máxima del palo debe ser de 1,20 m. y la anchura máxima de 5 cm.
La venda de los ojos: Para asegurarse de que la persona tiene los ojos vendados correctamente, se debe utilizar un tenugui (toalla tradicional japonesa multiusos) aprobado por el JSWA. Para probar que la persona realmente no puede ver, se dejará caer un billete de 1000 ¥ para comprobar su reacción.
La sandía: Debe utilizarse una sandía madura cultivada en Japón.
Tiempo: El tiempo límite debe establecerse en un máximo de 3 minutos por persona para que intente romper la sandía.
La próxima vez que vayas a la playa, ¡no te olvides de llevar una sandía!


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lunes, 13 de agosto de 2018

FILOSOFANDO CON PCHAN

USTED ES FELIZ DONDE USTED TOME LA DECISIÓN DE SER FELIZ.





VIDA EN EL ANTIGUO JAPON PARTE 2



En cuanto a la prostitución, ésta era legal y casi esclavista. En el período Edo los burdeles fueron confinados por el gobierno a “barrios de placer”, bajo normas muy estrictas. Cada barrio fue rodeado por un alto muro; las mujeres comunes no podían visitar estos sitios, pero a las prostitutas se les hizo virtualmente imposible abandonarlos. Estaban condenadas prácticamente a ser esclavas sexuales y les pertenecían a los dueños de los burdeles, pues éstos las obligaban a firmar contratos terribles. La extrema pobreza hacía que las familias vendiesen a sus hijas a los prostíbulos para poder pagar deudas o tener un ingreso adicional, y muchas vivían allí desde niñas y empezaban a trabajar al llegar a la pubertad. Cantidad de prostitutas morían jóvenes, a menudo por complicaciones de abortos o suicidándose.

Los clientes más asiduos fueron los comerciantes, pues a pesar de que socialmente eran de clase baja, su dinero los convertía al mismo tiempo en una clase rica; ocurría a veces que alguno se enamoraba locamente de su prostituta favorita y la visitaba a menudo, pero esto significaba una transgresión a la jerarquía social. La mayoría no podía correr riesgos de esta índole, ni tampoco pagar por la libertad de su amada, y las prostitutas tomaron la horrible costumbre de automutilarse para demostrar su amor por el cliente. Se quitaban las uñas y los dedos y se los mandaban a sus amantes, y esta costumbre era una extrema violación a los tabúes confucianos de entonces, que prohibía expresamente la mutilación corporal. Esto devino en juramentos sangrientos de amor, y se convirtió en el shinju, o suicidio amoroso de ambos amantes.




La justicia, en el período Edo exageraban. Por ejemplo, si no informabas de un robo cometías delito, como si hubieses robado también. A los ladrones los castigaban con el destierro o la mutilación, y ya en los últimos tiempos se les tatuaba en la frente.

Podían desnudar a los delincuentes y obligarlos a sentarse en público, incluso hasta tres días, y si bien la ejecución estaba reservada a los delitos más graves, una persona podía ser crucificada o condenada a la decapitación. Si era un samurái, se le ordenaba el seppuku.
                                     

Como la jerarquía social era promovida desde el mismo estado, los campesinos fueron tratados muy duramente para evitar la movilidad social: sólo podían mudarse a otro pueblo después de obtener el okurijo, una licencia especial; se les prohibía escribir sus apellidos en los documentos oficiales, se les indicaba estrictamente cómo debían vestir y eran obligados a mostrar el mayor respeto a los samuráis.

Se practicaba el irefuda, que era un sistema legal aplicado en casos sin resolver: los vecinos podían votar por quien ellos pensaran que era el delincuente y quien recibiera más votos iba a la cárcel; cualquiera que defendiera a este “acusado” o no participara en la votación podría ser arrestado.

Y existía aún otra forma, el rakushogisho, que era una acusación escrita y anónima dejada en la puerta de los santuarios. Los campesinos odiaban el irefuda, pero preferían el rakushogisho, pues con él podían acusar a funcionarios públicos de corrupción.

Pero en cambio, hubo concursos de poesía en los que participaban activamente los campesinos, y se volvió un juego muy popular llamado hokku (“a partir de un verso”), del cual se desarrolló un género poético, el haikai, que fue un horror para los poetas y los nobles educados, pues parecía que todos podían componer poesía. Tan populares fueron estos concursos que uno de ellos, celebrado en Kioto en el siglo XVII, llegó a tener más de 10.000 participantes. Tsuboi Gohei, un poeta y líder popular, llegó a escribir en su diario: “el haikai ha llegado al punto en el que todos en el país lo están jugando, mujeres, niños e incluso bandidos de las montañas”.

La Novela Gráfica como denuncia y critica social.

lunes, 6 de agosto de 2018

PENSAMIENTO DE PCHAN PARA LA SEMANA

El que piensa positivo ve lo invisible , siente lo intangible y logra lo imposible.

LA VIDA EN EL ANTIGUO JAPON PARTE I



¿Cómo se vivía en el Antiguo Japón? El período Edo
Ieyasu Tokugawa instauró el período Edo en Japón, dándole al país 250 años de paz y estabilidad. Se llamó Edo porque fue el sitio adonde Tokugawa mudó la capital, lo que siglos después se llamaría Tokio. Estableció el shogunato y la dinastía Tokugawa gobernaría Japón hasta que EE.UU. lo obligó a salir de su aislamiento, en 1850.


A pesar de ello, Japón experimentó en muchos aspectos un gran florecimiento, sobre todo en las artes, aunque desde el punto de vista penal y legal a menudo se hacían cosas terribles.

Por ejemplo, estaba prohibido salir o entrar al país. A partir de 1633, Tokugawa sentó las bases para una política exterior aislacionista, y en consecuencia ningún barco zarpaba de Japón o atracaba en sus puertos, así como ningún ciudadano, nacional o extranjero, tenía libre tránsito so pena de muerte. Tokugawa desconfiaba de la influencia potencialmente desestabilizadora de los misioneros cristianos y los comerciantes europeos.

En contra de lo que pudiera pensarse, el comercio exterior japonés floreció durante el período Edo: a los barcos chinos, coreanos y holandeses se les permitía comerciar, eso sí, bajo estrictísimas regulaciones. Sí, los holandeses fueron los únicos occidentales beneficiados del comercio con Japón, hasta la entrada de EE.UU.




Pero al mismo tiempo que la paz se establecía en el país, y la cultura y las artes en general prosperaban, la vida cotidiana era otra cosa. La alimentación, por ejemplo, no era igual para todas las clases sociales. Los samuráis pertenecían a la clase más alta, seguida luego por los agricultores, artesanos y comerciantes, pero a pesar de que los agricultores constituían la mayoría de la población, fue la única clase gravada con impuestos.

Ciertamente las condiciones habían mejorado, pero la pobreza era tan grande que muchas familias practicaban el infanticidio para no tener que alimentar más bocas. De hecho, el Museo Nacional de Naturaleza y Ciencia de Tokio realizó un estudio a restos de 10.000 habitantes del período Edo, y descubrieron que los hombres y mujeres adultos medían en promedio 1.55 y 1.45 m respectivamente, además de que los huesos presentaban malnutrición. Muchos de estos restos eran de jóvenes, cosa que sugirió una muy alta tasa de mortalidad.


También floreció otra actividad: la compra y venta de heces humanas. Como no existía una importante industria ganadera, había escasez de abono animal para fertilizar las siembras. Así, se les ocurrió utilizar excrementos humanos que recogían por las noches.

A tal efecto, los empresarios agricultores y terratenientes establecieron letrinas y retretes a lo largo de las carreteras, y se recogía también la orina, aunque no era tan valiosa. Se convirtió en un negocio muy serio, y robar estos excrementos podía llevarte a la cárcel. Comenzaron a surgir gremios y asociaciones para regular la industria y los precios, y una de las consecuencias más favorables fue la limpieza que disfrutaron las ciudades japonesas, que se vieron libres de epidemias asociadas a la falta de higiene.


Con respecto al divorcio, fue bastante común en el período Edo. El esposo era quien podía poner fin al matrimonio, pero en ocasiones también los padres de la esposa. Bastaba con un documento llamado mikudari-hari (“tres líneas y media”), que era una breve carta de divorcio donde el esposo exponía su voluntad de separación. Irónicamente, la tasa de divorcio bajó en el siglo XIX, bajo la influencia occidental y las reformas modernizadoras.