lunes, 23 de abril de 2018

HIKIKOMORI SU VERDADERA SITUACIÓN



Hace unos 20 años que nació la expresión hikikomori, para referirse a las personas que se han apartado de la sociedad, un problema muy poco comprendido aún hoy. Un psiquiatra que lleva años trabajando con hikikomori y sus familias nos cuenta sobre la verdadera situación de estas personas.

En el Japón actual muchos jóvenes se encuentran desconectados de la sociedad.

Esas personas, carentes de vínculos sociales, se suelen denominar shakaiteki hikikomori (“recluídos sociales”), o simplemente hikikomori. Pese a ser un término de uso frecuente, la verdadera situación de los afectados por este mal es aún apenas conocida. Si de entre ellos elegimos a mil, tendremos mil casos diferentes por el modo en que se recluyen, su trasfondo social y sus circunstancias. ¿Qué significa, entonces, ser un hikikomori?

La definición de hikikomori incluye las siguientes características:

El afectado no trabaja ni estudia.
No se considera que tenga una discapacidad mental.
No mantiene contacto con personas fuera de su familia, y lleva al menos seis meses prácticamente encerrado en su casa.
El tercer punto es el más importante de la lista. Un hikikomori no tiene amigos y se encuentra aislado socialmente. Son personas sin interacción social, aislados en mitad de una gran ciudad.

Según ciertos datos, existe un millón de personas de este tipo, en la sociedad japonesa. Eso quiere decir que, sumando el número de padres cuyos hijos se convierten en hikikomori, a lo largo de varias decenas de años, el porcentaje de afectados de más de veinte años es de cerca del 3 %. No son cifras que se puedan ignorar, pero pese a la enormidad del problema son muchas las personas que se muestran indiferentes a él.

Muchos japoneses desprecian a los hikikomori, considerando que solo son “niños mimados”, o “perezosos”, que viven a costa de sus padres, sin trabajar. Me gustaría enfatizar que no existe un solo hikikomori que lo sea por elección propia. Si realmente esta condición fuera producto de la pereza, no tendría sentido que los afectados o sus familias sufrieran por ella.


Vergüenza y conflicto, palabras clave
Hay dos palabras clave para comprender el fenómeno hikikomori: “vergüenza” y “conflicto”. Los hikikomori sienten una profunda vergüenza por el hecho de no poder trabajar como cualquier otra persona. Sienten que, por no poder trabajar como muchos otros, son escoria humana, y que no merecen ser felices. Casi todos creen haber traicionado las esperanzas de sus padres.

En cuanto al conflicto, se sienten divididos entre la parte de sí mismos que les impide salir al mundo y la que los condena sin cesar por no hacerlo. Muchos dicen que desean desaparecer, o que ojalá no hubieran nacido. Debido a esta lucha interna, algunos se cansan tanto que no pueden ni salir de la cama. El dolor nacido de este conflicto puede durar años, e incluso décadas.

En casos serios, los hikikomori nunca salen de sus habitaciones salvo para usar el servicio o la ducha. Les aterroriza el contacto incluso con otros miembros de su familia, y se alimentan asaltando el frigorífico por la noche, cuando todos los demás están dormidos. Pese a vivir en la misma casa, no hablan con los demás. Una madre se lamentaba de que su hijo comenzara a aislarse a los doce años y desde entonces no haya podido hablar con él, por lo que no sabe cómo es su voz de adulto.

Los hikikomori mantienen las contraventanas y cortinas de su habitación cerradas en todo momento para ocultar su presencia en la habitación. Para no emitir ningún sonido, ven la televisión o el ordenador con auriculares. Caminan sin hacer ruido. Algunos ni siquiera encienden el aire acondicionado en los días más tórridos del verano o más fríos del invierno, en parte para que sus familiares y vecinos no se den cuenta de su presencia, y también porque no se consideran con derecho a utilizar los electrodomésticos. Ojalá la sociedad los comprendiera mejor antes de apartarlos a un lado pensando que se trata simplemente de gente vaga o mimada.

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