lunes, 22 de octubre de 2018
LA TRADICIÓN DEL SUICIDIO RITUAL
Conocido como seppuku en Japón (切腹) o harakiri en occidente, el suicidio ritual es una práctica honorífica del código samurái característica de la historia japonesa. “Seppuku”, que se puede traducir como “cortarse la barriga” tiene un sentido de honor, militar o de castigo.
Un samurái puede ejercer el seppuku para limpiar su honor tras haber manchado el nombre de su señor de manera voluntaria; igualmente puede ser obligado a ello cuando su señor considera que sus acciones no pueden ser redimidas de otra forma. También se puede realizar como una medida preventiva para evitar caer en las manos del enemigo, y así evitar torturas, deshonras o prisión. Todas estas circunstancias obedecen al bushido, el código militar que estuvo vigente aproximadamente durante todo el dominio militar de Japón. Podríamos ubicar la tradición del suicidio ritual comenzando con el histórico suicidio de Minamoto no Yorimasa y finalizando oficilamente en la Era Meiji cuando se eliminó como método de pena capital (1180-1873), aunque numerosas figuras lo practicaron en años posteriores.
El seppuku fue ritualizándose con el tiempo y convirtiéndose en un procedimiento altamente sofisticado, adquiriendo su metodismo alrededor del siglo XVII. Para su realización era común utilizar un arma blanca de corta longitud, como el tanto o el wakizashi, o en su defecto por un arma más larga siempre y cuando se sujete el filo mediante un pañuelo blanco a escasos centímetros de la punta.
Una muerte ceremoniosa
A menudo, la muerte ritual se llevaba a cabo en público, lavando y arreglando al protagonista con ropas blancas y elegantes. Antes de coger la espada, era común componer un poema waka (5-7-7-5-7) y beber una copa de sake, que se puede compartir con el asistente, que solía ser una persona de confianza. Si se daba el caso, el daimyo presenciaba personalmente la ejecución, y facilitaba un asistente si no se dispone de uno. El papel del asistente consiste en cortarle la cabeza al practicante a los segundos de que éste se realizase la incisión correcta, reduciendo así un sufrimiento que podría durar horas.
El corte adecuado incluye un movimiento horizontal y otro vertical, atravesando el abdomen unos centímetros de izquierda a derecha, y posteriormente con otra incisión vertical si se es capaz. Normalmente no resulta letal, de ahí que se estableciese la necesidad de asistir. En el caso de las mujeres, algunos historiadores aseguran que se realizaban el jigai, un corte en el cuello del mismo estilo, que sí era mortal habitualmente dada la incidencia de la incisión en arterias importantes.
El asistente debe de estar atento a la gravedad del corte para encontrar el momento más oportuno. Asimismo, debe de ser vigilante e impedir que quien comete el seppuku realice algo fuera del ritual, como echarse a un lado o no aplicar la suficiente fuerza con el arma. Cuando llega el momento de cortar la cabeza, no se debe arrancar totalmente del tronco, sino que se tiene que dejar suficientemente unida para que se sostenga sobre los hombros.
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