Pocos estilos de tatuaje están tan ligados a la cultura y tradición de un país, como el tatuaje oriental, también llamado tatuaje japonés, por su país de origen. Durante siglos, los maestros tatuadores han reflejado en sus trabajos a personajes de la cultura popular, símbolos religiosos y mitológicos, o increíbles estampas sobre la naturaleza del país del sol naciente.
Quizá es el tatuaje donde el significado y el simbolismo de cada uno de los elementos que se tatúan, adquiere mayor relevancia. Muchas veces se hacía con carácter protector, como por ejemplo los bomberos, que se tatuaban elementos relacionados con el agua, o los pescadores, con muchos elementos de peces y el mar.
El tatuaje en Japón ha pasado de ser un arte reconocido y muy prestigioso en la sociedad, a estar prohibido y relacionado con el crimen y gente de los bajos fondos. Esta tendencia ha ido cambiando de manera pendular durante la historia del país. Así que estaría bien hacer un pequeño repaso de su historia.
Historia del tattoo japonés
Se cree que el tatuaje en Japón es un arte milenario. Varios siglos A.C. ya se han encontrado escritos en los que se habla de hombres y mujeres que tatuaban su cuerpo. Como he dicho anteriormente, con una gran carga espiritual y de alto valor simbólico.
El primer cambio se produce durante los III y V d.C. A los criminales se les empieza a tatuar las muñecas y brazos, como castigo, para poder identificarlos fácilmente y cargar con ese estigma social. Durante los siguientes siglos el tatuaje sería algo marginal y mal visto por la sociedad japonesa.
Todo vuelve a cambiar durante el periodo conocido como Edo (1600 – 1868). En este periodo, el tatuaje vive una época dorada en Japón. Muy influenciado por la técnica y el estilo Ukiyo-e (más adelante, el tatuador pasa a ser un artista reverenciado y respetado. Al igual que con otras disciplinas artesanales en Japón, los secretos y técnicas del tatuaje, van pasando de maestro a aprendiz, durante un largo periodo de tiempo (todos hemos visto Kun-Fu, Karate Kid, etc.
Pero las cosas vuelven a cambiar y a partir de 1868, con la llegada del emperador Meiji. Quizá influenciado por Occidente y queriendo ofrecer una imagen más moderna de su país, prohíbe los tatuajes, y la historia se vuelve a repetir. El tatuaje vuelve a ser algo totalmente denostado por la sociedad japonesa, y se relaciona directamente con el mundo del crimen. La mafia Yakusa, una de las mayores organizaciones criminales del mundo, se vuelve el principal cliente para los artesanos tatuadores. Estos criminales llegaban a tatuarse el cuerpo entero, con distintos símbolos de poder y protección. Una de las características, es que dejaban sin tatuar toda la parte del cuerpo que quedase al aire. El kimono era la prenda tradicional japonesa, por lo tanto, las muñecas, tobillos y pies, el cuello y la parte alta del pecho, quedaban sin tatuar.
Después de la segunda guerra mundial(1939-1945), con la ocupación de Japón por parte de los Estados Unidos, muchos extranjeros aprovechan su estancia en Japón para tatuarse, y comienzan a proliferar de nuevo casas de tatuado, sobre todo en ciudades con puerto. Actualmente el tatuaje está mucho más aceptado, aunque todavía hay parte de la población nipona (al igual que en Occidente), que no lo ve con buenos ojos. Tiempo al tiempo…