Según las mitologías japonesa, Hotei fue un semilegendario monje zen de la dinastía Liang (907-923), muy popular en China y el Sudeste Asiático, sin que se disponga prácticamente de datos sobre su existencia vagaba por ahí con un saco de tela, sin aportar más detalles.
En Japón, forma parte de los denominados «siete dioses de la fortuna», se le considera el «dios» de la felicidad y la abundancia, los adivinos y los taberneros, caracterizado por un temperamento alegre, benévolo y amable, dispuesto a transportar sobre su espalda a las mujeres y a los niños a través de los ríos; se le representa con un saco a sus espaldas.
Pese a que ni histórica ni filosóficamente tuvo nada que ver con el Buda Gautama, parece que, con el tiempo, se fue creando entre ambos una cierta confusión.
Hotei pasó la mayor parte de su vida en el monte Siming , no lejos de Fenghua (Zhejiang), adonde bajaba con frecuencia provisto de su saco.
Las mismas fuentes legendarias afirman que alcanzó el estado de «iluminación» un día de tormenta, mientras escuchaba el bramido de los truenos cobijado bajo un puente. Se asegura también que nunca sintió la necesidad de ganar discípulos ni de ser admirado como un gran maestro; que en vez de predicar en los templos como era costumbre recorría la zona con un enorme fardo de lino a la espalda una especie de cornucopia que nunca se vaciaba, colgado del extremo de una vara o bastón, y un Japa mala de madera, siempre rodeado de niños. Si alguien sentía curiosidad por saber qué llevaba en el saco, respondía: El mundo entero aunque originariamente se decía que lo iba llenando con todo lo que encontraba al paso, versiones zen posteriores hablan de la «bolsa vacía» de Budai.
Se le vio vagando por la zona después de muerto, adivinaba el tiempo, dormía sobre la nieve, nunca permitió que el agua rozase su cuerpo, comía carne y bebía vino, más del que era bueno para él.
Parece, además, que sus predicciones meteorológicas –consideradas infalibles por sus contemporáneos– contribuyeron a acrecentar su fama. Así, cuando se ponía sandalias de agua», se esperaban lluvias. Por el contrario, cuando se le veía con «calzado de madera, todos sabían que llegaba el buen tiempo.
Su peculiar estilo de enseñar era la risa: si le preguntaban por Buda, reía; si alguien trataba de saber algo de las grandes cuestiones existenciales, reía…; de una manera contagiosa y mágica que hacía estremecer su abultada barriga hasta caer rodando por el suelo.
Una vez, mientras se divertía acompañado de un grupo de chiquillos, un joven le preguntó qué significaba el zen. Como única respuesta, Hotei dejó a un lado su saco. Cuando, pasado un rato, el muchacho volvió a preguntarle, el monje cargó de nuevo con él y siguió jugando con los niños. En otra ocasión, de paso por un pueblo, Hotei se sentó debajo de un árbol, con los ojos cerrados, sumamente tranquilo. Un aldeano que lo vio le preguntó extrañado: ¿No te ríes ahora? Abrió entonces los ojos y le dijo: Me estoy preparando. El campesino no entendió nada. ¿Qué significa que te estás preparando? Hotei le respondió: Tengo que prepararme para reír de nuevo. Por eso necesito descansar, tengo que viajar adentro de mi mundo, he de olvidarme de todo para volver a reír.