lunes, 27 de febrero de 2017

LEYENDA JAPONESA DE LA SEMANA YOTSUYA KAIDAN



Iemon era un samurái sumido en la pobreza. No tenía amo y su trabajo ahora consistía en hacer sombrillas para mantener a su esposa y a su bebé recién nacido. Su esposa era muy hermosa, y se llamaba Oiwa. A ella no le importaba su pobreza. El sólo hecho de estar junto con su bebé y su marido era más que suficiente. Pero para Iemon, la pobreza lo disgustaba en sobremanera. Esto lo llevó a llegar a odiar a su esposa.



Resultó que un buen día, Oume, la hija de un vecino rico; se enamoró de Iemon, pero ella sentía que jamás sería tan bella como lo era Oiwa. Entonces el padre de Oume, junto con Iemon, tratan de deshacerse de Oiwa y llevar a cabo la boda. Para ello, le hicieron llegar una medicina, que decían; le ayudaría a recuperarse rápidamente del parto.


Pero en realidad, era un veneno, el cuál provocó que Oiwa quedara desfigurada de un lado de la cara y que su cabello anteriormente hermoso cayera a mechones. Oiwa no sabía bien que le habia ocurrido porque era tanta su pobreza que no tenía un espejo.


Iemon entonces mandó a un sirviente a que la violara, para que pudiera tener un pretexto válido para rechazarla como esposa; pero el sirviente, por el cariño que le tenía a Oiwa no pudo hacerlo. En su lugar le entregó un espejo y le contó el plan de Iemon. La pobre mujer quedó tan horrorizada por su aspecto, así como por el plan de su marido que se suicidó y maldijo el nombre de Iemon al morir.


El pobre sirviente quedó terriblemente espantado por lo que había pasado y le contó a Iemon lo que había ocurrido. Al ver que su sirviente no había cumplido su orden y que había un cabo suelto, decidió matarlo ahí mismo.


Luego, clavó los cuerpos a una tabla. Uno en cada cara. Así, parecería que hubieran sido amantes y el no tendría problemas en casarse con Oume; ya que en su estatus de samurai podría decir que había repudiado a su esposa por ser infiel y fea. Luego de que los clavó, los arrojó a un río cercano.

La boda entre Iemon y Oume tuvo lugar pronto, y se encontraban en su noche de bodas. Cuando estuvieron a solas y a oscuras, Iemon se preparaba para pasar la noche con su nueva esposa. Pero cual fue su sorpresa al ver que en la cama no se encontraba Oume, sino la desfigurada y sangrienta Oiwa clamando venganza desde el más allá.

Siendo un samurai, Iemon aprestó su espada y corto la imagen de Oiwa, quien gritó cuando el acero atravesó su cuerpo. Cuando vio el cuerpo en el suelo, para su horror se dio cuenta que no era Oiwa quien yacía en el suelo sino Oume. Iemon salió corriendo de la habitación completamente asustado y en el pasillo vio a alguien más. Pensando que podría pedir ayuda, Iemon corrió hacia aquella persona.


Pero cuando se acercó lo suficiente volvió a ver la cara desfigurada de Oiwa, quien lo seguía maldiciendo. Volvió a tomar su espada y la volvió a cortar.

Cuando cayó al suelo, volvió a mirar para asegurarse que efectivamente esta vez era Oiwa. Pero no fue así. En el suelo yacía cubierto de sangre su nuevo suegro.


Iemon huyó de inmediato a las montañas para evitar ser reconocido por el doble asesinato que acababa de cometer.

Pero jamás estuvo a salvo. Siempre veía a Oiwa en todas partes y a todo momento. Inclusive en los faroles veía aquel rostro desfigurado.

“Iemon-dono… ¿Qué mal te hice yo?”

“Iemon-dono… Algún día tendré mi venganza por mi honor.”

“Iemon-dono….”



Se empezaba a volver loco.

A donde quiera que volteaba, veía a Oiwa y su horrible rostro.

Llegó a hacerse pescador luego de un tiempo, pero lugar de peces, siempre atrapaba la tabla en la cual había clavado a Oiwa y al sirviente.

La locura estaba acabando con él. Ya no sabía que hacer. Pero no estaba dispuesto a manchar su honor admitiendo su primer crimen.

Cada día veía a su esposa Oiwa maldiciéndolo por lo que le había hecho y esto siguió y siguió por siempre; hasta que un día llegó a su escondite el hermano de Oiwa.

El cuñado vio a Iemon sumido en la desesperación, pero no le importó y lo retó a duelo para restablecer el honor perdido de su hermana muerta.

Iemon seguía lo suficientemente cuerdo para pelear por su vida, y aceptó.

Ambos hombres se batieron en duelo. Las espadas chocaron una contra otra innumerables veces. Ambos hombres estaban decididos a acabar con su oponente. El hermano de Oiwa no era un samurai y en un momento se vio acorralado por su enemigo que estaba mejor entrenado.

Iemon estaba a punto de darle el golpe de gracia cuando Oiwa se le apareció entre él y su hermano para seguir maldiciéndolo.

El otrora samurai se congeló de golpe y gritó con horror ante la aparición. El cuñado no parecía saber que era lo que estaba pasando, pero aprovechó el momento de distracción de Iemon para asestarle un golpe fatal con su espada.

Iemon murió con una expresión de dolor y terror en su cara.


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