SI QUIERES TRIUNFAR, NO TE QUEDES MIRANDO LA MONTAÑA. EMPIEZA A SUBIR, PASO POR PASO, HASTA QUE LLEGUES A LA CUMBRE.
domingo, 29 de marzo de 2015
LEYENDA JAPONESA DE KAGUYA- HIME LA DONCELLA DE LA LUNA.
Este cuento data del siglo IX y su
autor es anónimo. Pese a numerosos investigaciones su identidad ha llevado a
conjenturas y varias teorías y una de ella es que la creadora de esta historia
es una mujer. Se cree posible ya que en
el periodo Helan 794- 1185 las mujeres tenían libertad a la cultura y
literatura.
Había
una vez un anciano llamado Taketori-no-Okina ("anciano cortador de
bambú") que vivía con su esposa. Un día fue a una plantación de bambú para
recolectar brotes. Cuidadosamente cortó el bambú y se quedó asombrado al
encontrar a un precioso bebé en el interior. Era una niña. Taketori decidió
recogerla y llevarla a su casa.
- Mira lo que he encontrado - dijo llorando el anciano mientras le mostraba a
la pequeña niña que encontró dentro del bambú a su esposa.
La viejita respondió:
- Ciertamente son los dioses los que nos han mandado a esta encantadora niña.
Decidieron quedarse con la niña y la llamaron Kaguya-Hime, la Princesa de la
Luz Brillante.
La pequeña niña creció muy rápidamente y con el tiempo se volvió muy hermosa.
Cuando el anciano o su esposa estaban cansados o de mal humor, solo les bastaba
con ver a la niña para sentirse bien nuevamente. Ellos vivían muy felices con
Kaguya Hime, a la que querían como si fuera su propia hija. Además, desde el
mismo día en que había encontrado a la pequeña, siempre que Taketori cortaba un
bambú encontraba oro dentro de él. Gracias a esto, pronto se hizo rico y pudo
permitirse el lujo de construir una gran casa en la que vivir cómodamente con su
anciana esposa.
Cuando Kaguya Hime creció, se convirtió en una mujer de gran belleza, que se
hizo muy famosa en todo el mundo por su elegancia y hermosura, a pesar de que
el anciano no permitía que su preciosa princesa saliera de casa. Cinco
príncipes llegaron a su casa para pedir la mano de Kaguya en matrimonio. Pero
ella era reacia a casarse, así que les propuso a sus pretendientes varias
tareas imposibles para llevar a cabo antes de conseguir casarse con ella.
A su primer pretendiente, Kaguya le encargó traer el caliz sagrado de Buda que
se encontraba en La India. Al segundo príncipe le encargó recuperar una
legendaria rama hecha de plata y oro. El tercero tenía que intentar conseguir
al legendario vestido del ratón de sol que se dice que está en China. Al cuarto
le pidió que le trajera una joya de colores que brillaba al cuello de un
dragón. Al último príncipe, le encargó una concha preciosa que las golondrinas
guardaban como un tesoro. Esto desilusionó mucho a los pretendientes, pues la
princesa les había pedido objetos que nadie sabía si existían realmente. Aún
así decidieron intentarlo.
Un día, llego el primer hombre y trajo la taza de Buda que la princesa había
pedido, pero pronto Kaguya descubrió que no había ido realmente a la India como
ella lo pidió, sino que en su lugar le había traído una taza sucia de un templo
cerca de Kyoto. Cuando la princesa lo vio, supo inmediatamente que esta no era
la taza de Buda.
El segundo no tenía idea de donde podría encontrarse una rama de plata y oro,
por lo que decidió ordenárselo a unos joyeros. Cuando los joyeros fabricaron la
rama, él se la llevó a la princesa. Era una rama de plata y oro tan maravillosa
que ella pensó que realmente se trataba de lo que había pedido y pensó que no
podría escapar del matrimonio con este joven... de no ser porque los joyeros
aparecieron para reclamar al pretendiente su dinero. De esta manera la princesa
comprendió que esta rama no era la verdadera y por consiguiente no era lo que
ella había pedido.
El tercer pretendiente, a quién se le había pedido el vestido del ratón del
sol, les dio dinero a algunos comerciantes que iban a China. Ellos le trajeron
una piel vistosa y le dijeron que pertenecía al ratón de sol. Se lo llevó a la
princesa y ella dijo :
- Realmente es una piel muy fina. Pero la piel del ratón de sol no arde, aún
cuando se tira al fuego. Probémoslo.Y Kaguya tiró la piel en el fuego, y como era de esperar, la piel ardió.
El cuarto pretendiente era muy valiente e intentó encontrar al dragón por sí
mismo. Navegó y vagó durante mucho tiempo, porque nadie sabía donde vivía el
dragón. Pero durante una jornada, fue asediado por una tormenta en la que casi
pierde la vida. La tormenta le impidió seguir buscando al dragón, así que
regresó a su casa. De vuelta en su hogar, se encontró muy enfermo y no pudo
volver con la Princesa Kaguya.
El quinto y último de los hombres buscó en todos los nidos, y en uno de ellos
pensó que había encontrado lo que la princesa le había encargado; pero al bajar
tan aprisa por la escalera, se cayó y se lastimó. Ni siquiera lo que tenía en
su mano era la concha que la princesa había pedido, sino una golondrina vieja y
dura.
De este modo todos los pretendientes fracasaron, y ninguno podría casarse con
la princesa.
Un día, un Emperador quiso conocer la extraordinaria belleza de Kaguya Hime. En
cuanto la vio, quedó impresionado de la joven y le pidió que se casara con él y
fuera a vivir a su palacio. Pero la princesa rechazó también su propuesta,
diciéndole que era imposible, ya que ella no había nacido en el planeta y no
podía ir con él.
Ese verano, cada vez que la princesa miraba la Luna, sus ojos se llenaban de
lágrimas. Los ancianos estaban muy preocupados, pero la princesa guardaba
silencio. Un día antes de la luna llena de mediados de agosto, la princesa
explicó por qué estaba tan triste. Explicó que no había nacido en el planeta,
sino que procedía de la Ciudad de la Luna, a dónde debía regresar en la próxima
luna llena, y que vendrían personas a buscarla.
Los ancianos trataron de convencerla de que no partiera, pero ella contestó que
debía hacerlo. Así que Taketori corrió en busca del Emperador, y le contó toda
la historia. El Emperador, para evitar que la princesa Kaguya se marchara,
envió a su casa una gran cantidad de soldados.
Pero en la noche de la luna llena de mediados de agosto, una intensa luz los
cegó a todos y las gentes de la Ciudad de la Luna bajaron por la princesa. Los soldados no pudieron
combatir ni tratar siquiera de impedirlo, porque estaban cegados por aquella
intensa luz y porque extrañamente habían perdido las ganas de luchar.
La princesa se despidió de sus padres, y les dijo que no deseaba irse, pero que
tenía que hacerlo. También se despidió del Emperador por medio de una carta.
El desolado Emperador envió un ejército entero de soldados a la montaña más
alta de Japón, el gran Monte Fuji. La misión era subir hasta la cima y quemar
la carta que Kaguya-Hime había escrito, con la esperanza de que llegara a la
ahora distante princesa.
Años después, de la Luna cayó la capa que la gente de la Ciudad de la Luna le
había dado a la princesa Kaguya. Un monje, llamado Miatsu, se enteró de la
historia de la princesa y fue a ver al Emperador. Le dijo que si alguna vez la
luna llena aparecía más de lo debido, llevaran la capa al Monte Fuji y lo
quemaran. El monje le dijo que la princesa Kaguya había recibido la carta que
el había quemado , y que se encontraba molesta por no haberse podido quedar en
el planeta, por lo que había decidido convertir la Tierra en un lugar como la
luna. El Emperador le pidió al monje que sellara a Kaguya en un lugar del cual jamás pudiera salir.
El monje Miatsu lo hizo así, en un espejo del palacio (que fue conocido como
espejo de la vida o de la luna) con los cinco objetos que la princesa había
pedido a sus pretendientes, como llaves de abertura y cerradura del portal
entre la luna y la tierra (el monje los tenía); de esta forma la humanidad
estaría a salvo del poder de la princesa.
La princesa Kaguya se enteró por
medio de un susurro de un sirviente del palacio que estaba encargado de cuidar
el espejo que la mantenía cautiva del hechizo y el engaño del emperador, así
que le pidió a una de las personas de la luna que hiciera que del Monte Fuji
cayera fuego, lava, cenizas y gases venenosos que causaran la muerte de la
región entera. La persona así lo hizo, y tomando la furia de la princesa como
componente principal, creó al volcán (antes era nada más una montaña), que no
hizo erupción debido a que la rabia de la princesa no era suficiente así que
tenían que esperar hasta que la rabia de la princesa se acumulara y fuera la
suficiente para hacer estallar al volcán. Desde entonces las erupciones del
Fuji (pocas en la historia), han sido violentas, debido a la furia de
Kaguya-Hime.
La princesa Kaguya se enteró por
medio de un susurro de un sirviente del palacio que estaba encargado de cuidar
el espejo que la mantenía cautiva del hechizo y el engaño del Emperador, así
que le pidió a uno de los habitantes de la Ciudad de la Luna que hiciera que
del Monte Fuji cayera fuego, lava, cenizas y gases venenosos que causaran la
muerte de la región entera. Esa persona así lo hizo, y tomando la furia de la princesa
como componente principal, creó al volcán a partir de la montaña, que no hizo
erupción debido a que la rabia de la princesa no era suficiente, por lo que
tenían que esperar hasta que la rabia de la princesa se acumulara y fuera la
suficiente para hacer estallar al volcán.
Desde entonces las erupciones del Fuji , aunque escasas, han sido violentas,
debido a la furia de Kaguya Hime.
- Mira lo que he encontrado - dijo llorando el anciano mientras le mostraba a la pequeña niña que encontró dentro del bambú a su esposa.
- Ciertamente son los dioses los que nos han mandado a esta encantadora niña.
Decidieron quedarse con la niña y la llamaron Kaguya-Hime, la Princesa de la Luz Brillante.
Cuando Kaguya Hime creció, se convirtió en una mujer de gran belleza, que se hizo muy famosa en todo el mundo por su elegancia y hermosura, a pesar de que el anciano no permitía que su preciosa princesa saliera de casa. Cinco príncipes llegaron a su casa para pedir la mano de Kaguya en matrimonio. Pero ella era reacia a casarse, así que les propuso a sus pretendientes varias tareas imposibles para llevar a cabo antes de conseguir casarse con ella.
Un día, llego el primer hombre y trajo la taza de Buda que la princesa había pedido, pero pronto Kaguya descubrió que no había ido realmente a la India como ella lo pidió, sino que en su lugar le había traído una taza sucia de un templo cerca de Kyoto. Cuando la princesa lo vio, supo inmediatamente que esta no era la taza de Buda.
El segundo no tenía idea de donde podría encontrarse una rama de plata y oro, por lo que decidió ordenárselo a unos joyeros. Cuando los joyeros fabricaron la rama, él se la llevó a la princesa. Era una rama de plata y oro tan maravillosa que ella pensó que realmente se trataba de lo que había pedido y pensó que no podría escapar del matrimonio con este joven... de no ser porque los joyeros aparecieron para reclamar al pretendiente su dinero. De esta manera la princesa comprendió que esta rama no era la verdadera y por consiguiente no era lo que ella había pedido.
El tercer pretendiente, a quién se le había pedido el vestido del ratón del sol, les dio dinero a algunos comerciantes que iban a China. Ellos le trajeron una piel vistosa y le dijeron que pertenecía al ratón de sol. Se lo llevó a la princesa y ella dijo :
- Realmente es una piel muy fina. Pero la piel del ratón de sol no arde, aún cuando se tira al fuego. Probémoslo.Y Kaguya tiró la piel en el fuego, y como era de esperar, la piel ardió.
El quinto y último de los hombres buscó en todos los nidos, y en uno de ellos pensó que había encontrado lo que la princesa le había encargado; pero al bajar tan aprisa por la escalera, se cayó y se lastimó. Ni siquiera lo que tenía en su mano era la concha que la princesa había pedido, sino una golondrina vieja y dura.
De este modo todos los pretendientes fracasaron, y ninguno podría casarse con la princesa.
Un día, un Emperador quiso conocer la extraordinaria belleza de Kaguya Hime. En cuanto la vio, quedó impresionado de la joven y le pidió que se casara con él y fuera a vivir a su palacio. Pero la princesa rechazó también su propuesta, diciéndole que era imposible, ya que ella no había nacido en el planeta y no podía ir con él.
Ese verano, cada vez que la princesa miraba la Luna, sus ojos se llenaban de lágrimas. Los ancianos estaban muy preocupados, pero la princesa guardaba silencio. Un día antes de la luna llena de mediados de agosto, la princesa explicó por qué estaba tan triste. Explicó que no había nacido en el planeta, sino que procedía de la Ciudad de la Luna, a dónde debía regresar en la próxima luna llena, y que vendrían personas a buscarla.
Los ancianos trataron de convencerla de que no partiera, pero ella contestó que debía hacerlo. Así que Taketori corrió en busca del Emperador, y le contó toda la historia. El Emperador, para evitar que la princesa Kaguya se marchara, envió a su casa una gran cantidad de soldados.
Pero en la noche de la luna llena de mediados de agosto, una intensa luz los cegó a todos y las gentes de la Ciudad de la Luna bajaron por la princesa. Los soldados no pudieron combatir ni tratar siquiera de impedirlo, porque estaban cegados por aquella intensa luz y porque extrañamente habían perdido las ganas de luchar.
La princesa se despidió de sus padres, y les dijo que no deseaba irse, pero que tenía que hacerlo. También se despidió del Emperador por medio de una carta.
El desolado Emperador envió un ejército entero de soldados a la montaña más alta de Japón, el gran Monte Fuji. La misión era subir hasta la cima y quemar la carta que Kaguya-Hime había escrito, con la esperanza de que llegara a la ahora distante princesa.
Años después, de la Luna cayó la capa que la gente de la Ciudad de la Luna le había dado a la princesa Kaguya. Un monje, llamado Miatsu, se enteró de la historia de la princesa y fue a ver al Emperador. Le dijo que si alguna vez la luna llena aparecía más de lo debido, llevaran la capa al Monte Fuji y lo quemaran. El monje le dijo que la princesa Kaguya había recibido la carta que el había quemado , y que se encontraba molesta por no haberse podido quedar en el planeta, por lo que había decidido convertir la Tierra en un lugar como la luna. El Emperador le pidió al monje que sellara a Kaguya en un lugar del cual jamás pudiera salir.
El monje Miatsu lo hizo así, en un espejo del palacio (que fue conocido como espejo de la vida o de la luna) con los cinco objetos que la princesa había pedido a sus pretendientes, como llaves de abertura y cerradura del portal entre la luna y la tierra (el monje los tenía); de esta forma la humanidad estaría a salvo del poder de la princesa.
Desde entonces las erupciones del Fuji , aunque escasas, han sido violentas, debido a la furia de Kaguya Hime.
martes, 24 de marzo de 2015
UN DÍA EN LA VIDA DE P-CHAN
LOS PEQUEÑOS DETALLES
El alumno, según él, había terminado el cuadro. Llamó a su maestro para que lo evaluara. Se acercó el maestro y observó la obra con detenimiento y concentración durante un rato. Entonces, le pidió al alumno la paleta y los pinceles. Con gran destreza dio unos cuantos trazos aquí y allá. Cuando el maestro le regresó las pinturas al alumno el cuadro había cambiado notablemente.
El alumno quedó asombrado; ante sus propios ojos la obra había pasado de mediocre a sublime. Casi con reverencia le dijo al maestro:
¿Cómo es posible que con unos cuantos toques, simples detalles, haya cambiado tanto el cuadro?
Es que en esos pequeños detalles está el arte. Contestó el maestro.
Si lo vemos despacio, nos daremos cuenta que todo en la vida son detalles. Los grandes acontecimientos nos deslumbran tanto que a veces nos impiden ver esos pequeños milagros que nos rodean cada día. Un ave que canta, una flor que se abre, el beso de un hijo en nuestra mejilla, son ejemplos de pequeños detalles que al sumarse pueden hacer diferente nuestra existencia.
Todas las relaciones, familia, matrimonio, noviazgo o amistad, se basan en detalles. Nadie espera que remontes el Océano Atlántico por él, aunque probablemente sí que le hables el día de su cumpleaños. Nadie te pedirá que escales el Monte Everest para probar tu amistad, pero sí que lo visites durante unos minutos cuando sabes que está enfermo.
Hay quienes se pasan el tiempo esperando una oportunidad para demostrar de forma heroica su amor por alguien. Lo triste es que mientras esperan esa gran ocasión dejan pasar muchas otras, modestas pero significativas. Se puede pasar la vida sin que la otra persona necesitara jamás que le donaras un riñón, aunque se quedó esperando que le devolvieras la llamada.
Se piensa a veces que la felicidad es como sacarse la lotería, un suceso majestuoso que de la noche a la mañana cambiará una vida miserable por una llena de dicha. Esto es falso, en verdad la felicidad se finca en pequeñeces, en detalles que sazonan día a día nuestra existencia.
Nos dejamos engañar con demasiada facilidad por la aparente simpleza. NO desestimes jamás el poder de las cosas pequeñas: una flor, una carta, una palmada en el hombro, una palabra de aliento o unas cuantas líneas en una tarjeta. Todas estas pueden parecer poca cosa, pero no pienses que son
insignificantes.
En los momentos de mayor dicha o de mayor dolor se convierten en el cemento que une los ladrillos de esa construcción que llamamos relación. La flor se marchitará, las palabras quizá se las llevará el viento, pero el recuerdo de ambas permanecerá durante mucho tiempo en la mente y el corazón de quien las recibió.
¿Qué esperas entonces? Escribe esa carta, haz esa visita, levanta el teléfono.
Hazlo ahora, mientras la oportunidad aún es tuya. NO lo dejes para después por parecerte poca cosa. En las relaciones no hay cosas pequeñas, únicamente existen las que se hicieron y las que se quedaron en buenas intenciones...
Gracias.
Envió : Felicidad Garza
El alumno, según él, había terminado el cuadro. Llamó a su maestro para que lo evaluara. Se acercó el maestro y observó la obra con detenimiento y concentración durante un rato. Entonces, le pidió al alumno la paleta y los pinceles. Con gran destreza dio unos cuantos trazos aquí y allá. Cuando el maestro le regresó las pinturas al alumno el cuadro había cambiado notablemente.
El alumno quedó asombrado; ante sus propios ojos la obra había pasado de mediocre a sublime. Casi con reverencia le dijo al maestro:
¿Cómo es posible que con unos cuantos toques, simples detalles, haya cambiado tanto el cuadro?
Es que en esos pequeños detalles está el arte. Contestó el maestro.
Si lo vemos despacio, nos daremos cuenta que todo en la vida son detalles. Los grandes acontecimientos nos deslumbran tanto que a veces nos impiden ver esos pequeños milagros que nos rodean cada día. Un ave que canta, una flor que se abre, el beso de un hijo en nuestra mejilla, son ejemplos de pequeños detalles que al sumarse pueden hacer diferente nuestra existencia.
Todas las relaciones, familia, matrimonio, noviazgo o amistad, se basan en detalles. Nadie espera que remontes el Océano Atlántico por él, aunque probablemente sí que le hables el día de su cumpleaños. Nadie te pedirá que escales el Monte Everest para probar tu amistad, pero sí que lo visites durante unos minutos cuando sabes que está enfermo.
Hay quienes se pasan el tiempo esperando una oportunidad para demostrar de forma heroica su amor por alguien. Lo triste es que mientras esperan esa gran ocasión dejan pasar muchas otras, modestas pero significativas. Se puede pasar la vida sin que la otra persona necesitara jamás que le donaras un riñón, aunque se quedó esperando que le devolvieras la llamada.
Se piensa a veces que la felicidad es como sacarse la lotería, un suceso majestuoso que de la noche a la mañana cambiará una vida miserable por una llena de dicha. Esto es falso, en verdad la felicidad se finca en pequeñeces, en detalles que sazonan día a día nuestra existencia.
Nos dejamos engañar con demasiada facilidad por la aparente simpleza. NO desestimes jamás el poder de las cosas pequeñas: una flor, una carta, una palmada en el hombro, una palabra de aliento o unas cuantas líneas en una tarjeta. Todas estas pueden parecer poca cosa, pero no pienses que son
insignificantes.
En los momentos de mayor dicha o de mayor dolor se convierten en el cemento que une los ladrillos de esa construcción que llamamos relación. La flor se marchitará, las palabras quizá se las llevará el viento, pero el recuerdo de ambas permanecerá durante mucho tiempo en la mente y el corazón de quien las recibió.
¿Qué esperas entonces? Escribe esa carta, haz esa visita, levanta el teléfono.
Hazlo ahora, mientras la oportunidad aún es tuya. NO lo dejes para después por parecerte poca cosa. En las relaciones no hay cosas pequeñas, únicamente existen las que se hicieron y las que se quedaron en buenas intenciones...
Gracias.
Envió : Felicidad Garza
domingo, 22 de marzo de 2015
LA LEYENDA DEL PESCADOR URASHIMA TARO
Hace
muchos y muchos años, vivía Urashima en una isla del Japón. Era el único hijo
de un matrimonio de pescadores muy pobres cuyas únicas pertenencias eran una
red, una pequeña barca y una casita cerca de la playa. Pese a ser tan pobres,
los padres de Urashima querían mucho a su hijo, un muchacho sencillo y muy
bueno.
Un día, cuando Urashima volvía de pescar vió como unos niños estaban pegando a una enorme tortuga. En ese momento Urashima se enfadó muchísimo y fue hacía los chicos para reprenderlos y salvar la tortuga. Cuando acabó de hablar con los niños y estos se fueron cabizbajos, cogió la tortuga y la llevó al mar. Cuando vió que la tortuga reaccionaba al contacto con el agua y se podía mover y nadar, regreso a casa la mar de contento.
Al cabo de un tiempo, Urashima se fue a pescar. Todo estaba tranquilo en el mar y Urasima tiraba al agua y recogía su red con entusiasmo. Una de las veces, al subir la red vio que estaba la tortuga que el había echado al mar unos días antes. Ésta le dijo: "Urashima, el gran señor de los mares se ha maravillado con la buena acción que hiciste conmigo, y me ha enviado para que te conduzca a su palacio. Además te quiere dar la mano de su hija, la hermosa princesa Otohime". Urashima accedió gustoso y juntos se fueron mar adentro, hasta que llegaron a Riugú, la ciudad del reino del mar. Era maravillosa. Sus casas eran de esmeralda y los tejidos de oro; el suelo estaba cubierto de perlas y grandes árboles de coral daban sombra en los jardines; sus hojas eran de nácar y sus frutos de las más bellas pedrería.
Urashima
se casó con Otohime, la hija del rey del mar, y pasaron una semana de una
felicidad completa. Pero al cabo de esos días, Urashima pensó que sus padre
debían de estar preocupados por él, y decidió subir a la superficie para
decirles que se encontraba bien y que se había casado. Otohime comprendió a su
marido, y dio un pequeña caja de laca atada con un cordón de seda. Cuando se la
dio, le dijo que si quería volver a verla no la abriera.
Cuando Urashima llegó al pueblo, todo había cambiado, ya no reconocía ni las casas ni a las personas. Y cuando busco la casita de sus padres sólo vio un gran edificio en el que nadie sabía nada de unos ancianos. Finalmente, un señor viajo, viendo la desesperación de Urashima empezó a recordar y le explicó que no lo recordaba muy bien, porque había pasado mucho tiempo atrás, pero que recordaba a su madre explicarle la desdichada suerte de un par de ancianitos cuyo único hijo salió a pescar y no regresó jamás. Urashima empezó a comprender: mientras vivió en la ciudad del mar había perdido la noción del tiempo. Lo que le había parecido sólo unos cuantos días habían sido más de cien años.
Se dirigió a la playa, y sin saber que hacer abrió la caja que le había dado su mujer. Al instante un viento frío salió de la caja y envolvió a Urashima. Éste recordó lo que le había dicho su mujer pero de pronto se sintió muy cansado, sus cabellos se volvieron blancos y cayó al suelo. Cuando a la mañana siguiente fueron los muchachos a bañarse, vieron tendido en la arena a un anciano sin vida. Era Urashima que había muerto de viejo.
Tener mala memoria y no pensar en las consecuencias de tus acciones te puede traer muchos problemas. Problemas como los que le pasaron a Urashima, un pescador japonés.
miércoles, 18 de marzo de 2015
LEYENDA JAPONESA La Travesura de los Duendes Yôseitachi No Itazura
Hace muchos miles de años, un poco
antes de que la humanidad existiera, se reunieron varios duendes para hacer una
travesura.
Uno de ellos dijo:
– Pronto serán creados los humanos, serán una perfecta obra divina, deberíamos quitarles algo pero … ¿qué?
Después de mucho pensar, uno dijo:
– ¡Ya sé!, vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser en dónde esconderla para que no la puedan encontrar.
– Pronto serán creados los humanos, serán una perfecta obra divina, deberíamos quitarles algo pero … ¿qué?
Después de mucho pensar, uno dijo:
– ¡Ya sé!, vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser en dónde esconderla para que no la puedan encontrar.
– Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo.
A lo que inmediatamente repuso otro:
– No, recuerda que tienen fuerza, alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno ya todos sabrán dónde está.
Luego propuso otro:
– Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar.
Y otro contestó:
– No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará.
– Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar.
Y otro contestó:
– No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará.
Uno más intervino y dijo:
– Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra.
Y le dijeron:
– Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra.
Y le dijeron:
– No, recuerda que les han dado inteligencia, y un día alguien va a construir una nave en la que puedan viajar a otros países y la van a encontrar, y entonces todos tendrán felicidad.
El último de ellos era un duende
que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las
propuestas de los demás duendes.
Analizó cada una de ellas y
entonces dijo:
– Creo saber dónde ponerla para que realmente les cueste muchísimo trabajo encontrarla …
– Creo saber dónde ponerla para que realmente les cueste muchísimo trabajo encontrarla …
Los duendes, asombrados
preguntaron al unísono:
– ¿Dónde?
El duende respondió:
– La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera que algunos nunca llegarán a encontrarla …
– La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera que algunos nunca llegarán a encontrarla …
La felicidad se compone de pequeños momentos, de
detalles vividos en el día a día (autor desconocido)
miércoles, 11 de marzo de 2015
LEYENDA JAPONESA EL ESPEJO
Una vez en Japón, hace muchos siglos, una pareja de esposos que tenía una niña. El hombre era un samurai, es decir, un caballero: no era rico y vivía del cultivo de un pequeño terreno. La esposa era una mujer modesta, tímida y silenciosa que cuando se encontraba entre extraños, no deseaba otra cosa que pasar inadvertida.
Un día
es elegido un nuevo rey. El marido, como caballero que era, tuvo que ir a la
capital para rendir homenaje al nuevo soberano. Su ausencia fue por poco
tiempo: el buen hombre no veía la hora de dejar el esplendor de la Corte para
regresar a su casa.
— ¿Quién es esta mujer?
El marido se puso a reír:
— ¡Pero cómo! ¿No te das cuenta
de que este es tu rostro?
Un poco avergonzada de su propia ignorancia, la mujer no
hizo otras preguntas, y guardó el espejo, considerándolo un objeto misterioso.
Había entendido sólo una cosa: que aparecía su propia imagen.
Por muchos años, lo tuvo siempre escondido. Era un regalo
de amor; y los regalos de amor son sagrados.
Su salud era delicada; frágil como una flor. Por este
motivo la esposa desmejoró pronto: cuando se sintió próxima al final, tomó el
espejo y se lo dio a su hija, diciéndole:
— Cuando no esté más sobre esta
tierra, mira mañana y tarde en este espejo, y me verás. Después expiró. Y desde
aquel día, mañana y tarde, la muchacha miraba el pequeño espejo.
Ingenua como la madre, a la cual se parecía tanto, no
dudó jamás que el rostro reflejado en la chapa reluciente no fuese el de su
madre. Hablaba a la adorada imagen, convencida de ser escuchada.
Un día el padre la sorprende mientras murmuraba al espejo
palabras de ternura.
— ¿Qué haces, querida hija?, le
pregunta.
— Miro a mamá. Fíjate: No se le
ve pálida y cansada como cuando estaba enferma: parece más joven y sonriente.
Conmovido y enternecido el padre, sin quitar a su hija la
ilusión, le dijo:
domingo, 8 de marzo de 2015
viernes, 6 de marzo de 2015
LEYENDA JAPONESA, LA MARIPOSA BLANCA
Un anciano llamado Takahama vivían en una casita detrás del cementerio del templo de Sozanji, él era extremadamente amable y querido por sus vecinos, aunque la mayoría de ellos lo consideraban un poco loco, ya que su locura al parecer se basaba en el hecho de que nunca se había casado o tenido contacto íntimo con una mujer.
Un día de verano se puso muy enfermo, tan enfermo que envió en busca de su hermana y su hijo, ambos llegaron e hicieron todo lo posible para brindarle comodidad durante sus últimas horas, pero mientras observaban a Takahama que se quedaba dormido, una gran mariposa blanca voló en la habitación y se apoyó en la almohada del anciano.
El hijo trató de alejarla con un ventilador, pero regresó tres veces, como si resisten a dejar a la víctima, luego la mariposa perseguida por el niño se alejo el jardín y de allí al cementerio, para posarse sobre la tumba de una mujer y luego desaparecer misteriosamente.
Al examinar la tumba del joven leyó el nombre de "Akiko" escrito en ella, junto con una descripción que narraba cómo había muerto cuando tenía dieciocho años y a pesar de que la tumba estaba cubierta de musgo ya que tenía cincuenta años, el muchacho observó que estaba rodeada de flores.
Cuando el joven regresó a la casa se encontró con que Takahama había fallecido, se dirigió a su madre y le contó lo que había visto en el cementerio, "Akiko?" murmuró su madre y le dijo; "cuando su tío era joven se iba a desposar con ella, pero Akiko murió de tuberculosis poco antes de su boda, por ello su tío nunca quiso casarse y decidió vivir siempre cerca de su tumba”.
Durante todos estos años se había mantenido fiel a su voto, manteniendo en su corazón todos los dulces recuerdos de su único amor, por ello cada día Takahama fue al cementerio y oraba por su felicidad, dejando flores en su tumba, pero cuando Takahama enfermó y ya no podía realizar su tarea amorosa, Akiko en forma de una mariposa blanca se hacia presente para acompañarlo y ahora han vuelto a reunirse, para estar juntos por toda la eternidad.
miércoles, 4 de marzo de 2015
MANEKI NEKO
Si alguna vez has visito gatos sobre las cajas registadoras.
Este gato de es un amuleto de buena suerte muy popular en las culturas japonesa conocido como maneki-neko Es un talismán que se cree que atrae buena suerte y
fortuna a sus dueños, por lo que es común encontrarlo exhibido en tiendas,
restaurantes y otros negocios de giro similar.
El nombre quiere decir “gato
que atrae” y
recibe otros nombres como “gato de la suerte”, “gato del dinero” y “gato que da
la bienvenida”. No se sabe a ciencia cierta el origen del gato, pero muchos
concuerdan en que los maneki-neko aparecieron por primera vez en Japón
en el periodo Edo (del siglo XVII a mediados del XIX).
Existen un par de leyendas
populares sobre
sus orígenes. La primera cuenta la historia de un hombre adinerado que buscó resguardo de una tormenta bajo
un árbol cercano a un templo. El hombre se dio cuenta que había un gato que
parecía llamarle, por lo que lo siguió al interior del templo. Un poco después,
un rayo cayó en el árbol en el que buscaba resguardo. Como el gato le salvó la
vida, el hombre en agradecimiento se volvió benefactor del templo y le trajo prosperidad. Al morir se
hizo una escultura del gato.
Existe otra leyenda común
y peculiar. Una geisha tenía un gato que adoraba. Un día, mientras se
ponía el kimono el gato clavó sus uñas al vestido. El dueño del burdel pensó
que el gato estaba poseído y lo mató con su espada.
La cabeza del gato cayó sobre una serpiente que estaba apunto de morder a la mujer
y le salvó la vida. La mujer quedó tan perturbada que uno de sus clientes para
confortarla le regaló una escultura del gato.
Las figuras
del gato varían en color y la pata que tienen
alzada. El significado es distinto para cada figura.
Según sus
colores:
- Calico (gato pinto de tres colores,
muy común en Japón): Buena suerte, riqueza, prosperidad
- Blanco: Pureza, felicidad
- Dorado: Riqueza y prosperidad
- Rojo: Protección del mal y la
enfermedad (sobre todo en niños)
- Rosa: Amor, relaciones y romance
- Verde: Educación y estudios
Dependiendo la pata que el
Maneki-neko levante tiene distintos significados:
- Si
saluda con la pata derecha: se dice que trae
prosperidad y dinero. También con esa pata escribe Nye.
- Si
saluda con la pata izquierda, atrae visitas, también se
cree que cuanto más alto levante la pata, los atrae desde mayores
distancias.
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