Esta
creencia de que en la luna viven conejos, viene del budismo, es una leyenda
originaria de la India que se transmitió y se adaptó en Japón como actualmente
se la conoce, “tsukimi”
Los
japoneses ven en la superficie de luna la imagen de un conejo machacando arroz
con un martillo para preparar mochi (un dulce tradicional). Y esta imagen tiene
su leyenda: Se cuenta que un viejo peregrino encontró un día un mono, un zorro
y una liebre.
El
hombre, de avanzada edad, se encontraba agotado por su viaje lo cual le llevó a
pedir a los tres animales, como favor, que le consiguiesen algo de comida. El
mono se subió a un árbol y recogió frutas, el zorro con su gran atrapó un ave y
la liebre, con gran pesar, volvió con las manos vacías.
Al
ver al viejo con la cara triste y cansada, se sintió culpable. Entonces recogió
ramas y hojas secas, encendió una fogata y se lanzó dentro para ofrecerse a sí
misma como alimento.
El
viejo, conmovido ante el trágico sacrificio del pobre animal, reveló su
verdadera identidad. Era una deidad de gran poder que recogió los restos de la
liebre y los enterró en la luna como monumento a su gesto de solidaridad.
Es
una historia de sacrificio y entrega que forma parte de la cultura japonesa.
Como nota curiosa, después de narrarla suele explicarse, principalmente a los
niños, que los conejos saltan tratando de alcanzar a su héroe que descansa en
la luna.
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