lunes, 11 de diciembre de 2017

HISTORIA DE UN REY










Érase una vez …

Un Rey que había soñado que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su sueño.
                                             

– ¡Qué desgracia mi Señor! – exclamó el Sabio – Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra Majestad.
– ¡Qué insolencia! – gritó el Rey enfurecido – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.

Más tarde ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. El Sabio, después de escuchar al Rey con atención, le dijo:
– Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.
Se iluminó el semblante del Rey con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro.
                                                   
Cuando el Sabio salía del palacio, un sirviente que había observado las dos escenas, se acercó y le preguntó:
– Disculpe mi ignorancia, pero ¿lo que le dijo al Rey no significaba exactamente lo mismo que la intrpretación del otro Sabio? ¿Por qué entonces él recibió un severo castigo y usted un fastuoso premio?

– Es cierto – respondió el Sabio – pero todo depende en la forma y en el decir. Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, más la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas. La forma de decir las cosas puede cambiar el ánimo y disposición de quienes nos escuchan.
                                        
La presentación de las palabras tiene tanta importancia o más como el significado de las mismas

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