lunes, 9 de mayo de 2016
LEYENDA JAPONESA DE LA SEMANA GASHADOKURO
La mitología japonesa está plagada de horrendas criaturas que fácilmente roban el sueño a cualquiera, en esta ocasión, les contaremos sobre el terror de los campos, un monstruo hambriento que aparece en las noches más oscuras para alimentarse con los humanos.
Nos referimos al Gashadokuro, un espectro titánico, en forma de esqueleto gigante de aproximadamente 20 metros, cuyo nombre se obtuvo del sonido que hace al castañear sus dientes —gachi, gachi — y el cual se traduce literalmente como: “esqueleto castañeante”.
Se dice que Gashadokuro se forma con los cadáveres de soldados muertos en batalla, o víctimas de la hambruna que no reciben ritos funerarios adecuados. Sus almas incapaces de trascender al siguiente plano existencial se quedan para vagar como fantasmas hambrientos, deseando eternamente las cosas que alguna vez tuvieron y sin la posibilidad de saciar su apetito, aunque intentan por todos los medios, apagar su necesidad con carne humana, suele sorprender a sus víctimas y arrancarles la cabeza de un bocado.
A pesar de su inmenso tamaño, es difícil verlo acechando, ya que la falta de músculos, le hace arrastrarse por los campos, solo en ocasiones se sabe de su presencia, porque se escucha la tonada de una campanilla que lleva atada en la mano derecha. Así la victima puede correr a esconderse antes de que le salte encima, la aplaste y la decapite para devorarla.
Sin embargo el tener tiempo para ocultarse no garantiza salvar la vida, pues su cuerpo está compuesto de la unión de diferentes cadáveres y es posible que sus piezas se separen en pequeños trozos capaces de atravesar cualquier hueco hasta encontrar a su presa.
Estas criaturas son gigantescas y poderosas, no se conoce forma alguna de derrotarlas, solo queda esperar a que desaparezcan cuando la energía de sus cuerpos se agote. Para este entonces, habrá tenido la oportunidad de atacar a decenas de personas, y chuparlas a través del hueco que queda al desprender su cabeza de una sola mordida.
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ohh vaya pero que creepy
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